El plástico es un material que se encuentra presente en nuestra vida cotidiana, desde envases de alimentos y bebidas hasta utensilios de cocina, envoltorios, productos de higiene personal, juguetes, muebles y diversos tipos de equipos electrónicos.
Para entender un poco su origen y el uso masivo del plástico, es necesario retroceder hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando comenzó a utilizarse en aplicaciones militares debido a su versatilidad y eficacia. Tras el conflicto, la industria del plástico se expandió rápidamente, adaptándose hacia la fabricación de productos de consumo, envases, juguetes y una amplia gama de artículos que aún forman parte de nuestro día a día.
Y aunque hoy en día se está regulando el uso de este material, aún sufrimos los estragos de su uso durante todos estos años, ya que su mala gestión ha hecho incluso que llegue a sitios donde el ser humano no está presente, perjudicando así el ecosistema y los seres vivos que lo conforman.
Pero no acaba aquí, la presencia de plásticos en el medio ambiente (ríos, mares, campos, etc) ha hecho que se fragmenten y se reduzcan a partículas que miden menos de 5 milímetros, un tamaño incontrolable para la mayoría de los seres vivos, pudiendo llegar a ser ingerido sin siquiera darse cuenta.
Microplásticos en nuestra dieta y en nuestro organismo
Varias investigaciones han revelado que los microplásticos están presentes en diversos alimentos, desde mariscos hasta sal de mesa. Se infiltran en nuestra dieta a través de envases de plástico donde se encuentran nuestros alimentos, por la contaminación durante los procesos de fabricación e incluso por la contaminación ambiental. Ni siquiera el agua potable está exenta, ya que se han encontrado partículas microplásticas en fuentes de agua alrededor del mundo.
Éstos, en consecuencia, también acaban en nuestro organismo. En un reciente estudio, se ha encontrado la presencia de microplásticos antes y después de una cirugía en los tejidos del corazón de un paciente, lo que nos demuestra hasta qué punto estamos boicoteando nuestra propia salud de forma directa.
Impactos en la salud
Aunque los efectos a largo plazo de la ingestión de microplásticos aún no están completamente comprendidos, estas partículas pueden contener aditivos químicos y absorber contaminantes del entorno, lo que genera preocupaciones sobre posibles riesgos para la salud.
En otro reciente estudio, se ha determinado que la presencia de estos microplásticos sí que afecta a la microbiota del colon, reduciendo la diversidad bacteriana, alterando el equilibrio intestinal y por tanto, la salud.
¿Cómo reducir la exposición a estos microplásticos?
Mediante pequeñas prácticas podemos reducir bastante la exposición a estos microplásticos:
- Optar por alimentos frescos: Priorizar alimentos frescos y naturales puede reducir la exposición a envases y procesos industriales que generan microplásticos.
- Evitar envases de plástico: Optar por envases de vidrio, metal o papel puede disminuir la probabilidad de que los microplásticos pasen a los alimentos que posteriormente nos llevaremos a la boca.
- Filtrar el agua: Utilizar filtros de agua de alta calidad puede ayudar a reducir la presencia de microplásticos en el agua potable.
- Limitar el consumo de mariscos: Dado que los estudios han encontrado microplásticos en mariscos, reducir su consumo puede ser una medida preventiva.
- Conciencia del Consumidor: La conciencia del consumidor es clave. Exigir prácticas sostenibles a las empresas y apoyar a aquellas que adoptan medidas contra los microplásticos puede influir positivamente en la cadena de suministro, y en consecuencia a la posible ingesta.
La presencia de microplásticos en nuestros alimentos es una realidad que no se puede ignorar. Aunque aún queda mucha investigación por delante, tomar medidas para reducir la exposición es esencial.
Al elegir conscientemente qué y cómo consumimos, no solo protegemos nuestra salud, sino que también contribuimos a la reducción de la contaminación plástica en nuestro planeta y en los seres vivos que también habitan en él.